"...Pero un día, un extraño día en que el cielo se había puesto muy gris y las lluvias habían comenzado a caer sobre toda la región, apareció aquel misterioso ser. Lo llamaban el Mago. A su paso las plantas florecían fuera de estación y las mariposas sólo querían danzar a su alrededor. Se acercó al hombre, que ya era un niño olvidado, y simplemente lo miró. Él había venido desde tierras muy lejanas a buscarlo, a devolverle lo que había creído perdido. A recordarle que en algún lugar de su corazón aún existía algún vestigio de inocencia que ansiaba bailar, celebrar, festejar y crear más y más magia. El hombre no miró atrás, tan solo siguió al mago y compartió con él las tardes y las noches y, poco a poco, sus ojos oscurecidos por el mundo comenzaron a recobrar la luz que siempre había estado allí..." (Del libro El Deshollinador de Almas)
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