"¿Hay posibilidades de no sufrir? ¿De ser completamente dichoso en esta vida?-preguntó el díscipulo mientras su mirada denotaba una gran tristeza. Una pesadez que parecía aplastar su frágil corazón. El Maestro, pleno de bondad y gracia, guardó silencio. Un silencio donde se podía nadar como en las aguas de un vasto océano. Un silencio donde el viento parecía susurrar dulces palabras a los oídos preparados para recibir las enseñanzas. -Ve al sur, más allá de la cascada y encuentra al Buda que hay en ti-dijo él. Hallarás en la cima de la más alta montaña al Buda; él te estará esperando allí-agregó...Como guiado por un destino que le era vedado, el discípulo comenzó a trepar la montaña mientras la noche llegaba a su fin. En su soledad descubrió una fortaleza interior desconocida para él, era algo más profundo, era una vida que latía dentro de su ser y que parecía decirle: No temas, todo está bien, nada te faltará, sigue, sigue adelante..." (Del cuento MADUREZ, del libro El Deshollinador de Almas)
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